martes, 8 de marzo de 2016

El suicidio de la sonda ‘Messenger’ desvela el último secreto de Mercurio


Las zonas de baja reflectancia de Mercurio (en azul) son restos de la corteza original del planeta, según el estudio


En abril del pasado año la sonda Messenger  envió su última imagen desde Mercurio y después se estrelló contra la superficie del planeta.

Hasta su llegada, la humanidad solo había visto el 45% de Mercurio y esta misión de la NASA fue la encargada de elaborar un mapa completo en tres dimensiones. La sonda ha demostrado que en el planeta hay agua y compuestos orgánicos, igual que en la Tierra. Uno de los secretos que aún alberga es que, a pesar de ser el más cercano al Sol, no brilla tanto como debería. Se debe en parte a unas manchas oscuras que hay en su superficie y cuya composición se desconocía hasta ahora.
El análisis de las imágenes han permitido aclarar el misterio. El vuelo de la sonda a unos 200 kilómetros de la superficie era demasiado lejano como para discernir la composición del material oscuro. Pero tras pasar cuatro años en órbita se acabó el combustible y la nave comenzó a descender hasta una órbita de apenas decenas de kilómetros sobre el planeta. Era la antesala de su muerte, pero también una oportunidad única para analizar las manchas oscuras con su espectrómetro de neutrones. Los resultados, publicados en Nature Geoscience, muestran que las zonas oscuras de Mercurio están hechas de grafito.
Los responsables de la misión creen que el grafito procede de un enorme océano de magma que cubría Mercurio en su etapa más joven, en los albores del Sistema Solar. “Experimentos y modelos muestran que, a medida que ese océano se enfriaba [...] todos los minerales se solidificaron y se hundieron a excepción del grafito, que hubiera seguido flotando y se habría acumulado para formar la corteza original de Mercurio” ha explicado Rachel Klima, geóloga planetaria de la Universidad Johns Hopkins (EE UU) y coautora del estudio. El grafito se acumula en zonas con cráteres de asteroides y otros cuerpos, es decir, que los impactos habrían desenterrado capas muy antiguas del planeta. “Puede que estemos viendo los restos de la superficie original de Mercurio, con 4.600 millones de años de antigüedad”, resalta Klima.


Cristina Cuadrado Buitrago

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